Bajo un clima algo adverso, Miami no se sentía como me lo habían pintado en las postales. Corría una brisa helada y el mar definitivamente no era cálido.
Pero bastó con que se pusiera el sol y los colores comenzarán a vibrar que mi corazón empezó a latir.
Las nubes seguían furiosas, se sentía la lluvia venir.
Jugando en la arena, corriendo en la playa, saltando de emoción. Disfrutamos el instante como si no hubiera otro (aquellos momentos no se vuelven a repetir).
Habíamos llegado al término de un viaje de tres semanas y no dejaba de pensar:
Estos son los momentos que quedarán grabados en mi mente para siempre.